Apología de la justicia:
Piero Calamandrei, la joya florentina, escribió en 1935 el libro “El elogio de los jueces escrito por un
abogado”, dedicado a su hijo, que para entonces realizaba sus estudios de
derecho. El libro, en esencia, no pretendía más que reivindicar la fe en la
justicia y el papel central del juez en su materialización. Reconocía con
profundo dolor la desconfianza, el pesimismo que permeaba el espíritu de los
abogados, quienes perdiendo la fe en el derecho, no veían en su profesión la
consecución de una noble idea, sino que se encontraban cegados por la suspicacia en los jueces, su
corruptibilidad y parcialidad. Es un humilde llamado a no desfallecer, a no permitir
que esa idea se extinga; por el contrario, es una invitación a vivir por ella,
a morir por ella.
Si el lector trata de contextualizar la obra de Calamandrei, recordará
el aplastante auge del fascismo en
Italia, consecuencia previsible en un estado que había salido victorioso de la
guerra, pero que había perdido la paz. En dichas circunstancias, el papel del
derecho cambió y con él, el de jueces y abogados. Esta situación, que observaba
con dolor Calamandrei, inspiró las líneas de su eterna obra, una obra que aunque
escrita en un contexto particular es un clásico y como diría Italo Calvino, sigue
siendo inédita, inesperada, inmortal. En ese sentido, cualquier sociedad,
incluso la colombiana puede ser leída bajo su lupa: esta es la razón de la
presente columna.
Esta semana, a raíz de diversos escándalos que llegaron al centro de la
Corte Constitucional, no han sido pocos los calificativos de corrupción y los
señalamientos de deslegitimación de la justicia. Aunado a los problemas
clásicos de la rama judicial, los escándalos de los carruseles de pensiones y
la puerta giratoria, la acusación al Presidente de la Corte, Jorge Pretelt, fue la gota que rebosó la copa. Oprobioso es este cúmulo de
desgracias jurídicas, que hacen que muchos abogados y juristas vean con
resignación cómo su profesión es objeto de chanzas y burlas indignantes y con
ellas, ven a la idea de justicia hundirse lentamente para quedar limitada a la
crítica caricaturesca de una columna de domingo ¿Qué hacer?
Estoy convencido que la idea de justicia puede ser reivindicada aún en
los momentos más lúgubres del derecho y de la historia, la obra de Calamandrei
es un ejemplo de ello. Creo más que nunca que la justicia es una idea que
trasciende el derecho, que va más allá de las familias jurídicas, de los
modelos políticos, de las sentencias y de las leyes, el derecho puede ser
construido por un juez al dictar una providencia, pero la justicia la
construyen las personas, todas ellas.
Con esto hago un llamado a las personas, pero especialmente a los
jueces, a los abogados y los estudiantes de derecho a tener fe en el mismo, a
empoderar la idea de justicia. No desfallezcan antes estos ignominiosos hechos,
no permitan que su vista se vea nublada por una bruma de pesimismo y suspicacia
hacia la labor de los jueces, hacia la función del derecho, pues el día que
esto suceda, la función de los abogados será completamente vacua, inútil,
desprovista de significado real y ese día, nuestros estudios, nuestros trabajos
y nuestra vida perderán el sentido.
Non sequitur: Es trascendental que la Superintendencia de Industria y Comercio haya formulado
pliego de cargos en relación con el “cartel de los cuadernos”, un sector que
produce millonarios réditos para un reducido grupo que juega a los dados con la
educación del país.
Jaime Andrés Nieto Criado
Bogotá, 8 de marzo, 2015
Centro de Estudios Integrales en Derecho
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