Con el auge de la economía de mercado en el
siglo XXI, gran parte de la población mundial ha migrado a los cascos urbanos
por las facilidades en el acceso a los bienes y servicios que las grandes
metrópolis del mundo como Nueva York, Londres o Paris, ofrecen a sus
ciudadanos. Hoy en día, cerca del 78 por ciento de la población mundial habita
en las ciudades y se proyecta que para el 2050 cerca del 90 por ciento habite
en los cascos urbanos. Esto ha hecho que las grandes capitales del mundo
establezcan Planes de Ordenamientos Territoriales proyectados a satisfacer las
necesidades de los ciudadanos, tales como educación, alimento, saneamiento
basico, transporte y agua, entre otros.
Entre las ciudades latinoamericanas con más
habitantes por metro cuadrado según el World Urbanization Prospects[1] se encuentra la ciudad de
Bogotá, que con cerca de nueve millones y medio de habitantes entra a la era de
las nuevas megaciudadades. Las cuales, a pesar de sus múltiples beneficios,
como mayor cantidad de recurso público, dinamización de la economía local e
independencia administrativa, presentan por su magnitud grandes obstáculos
sociales y especialmente ambientales que deben resolverse.
Por tal razón, la administración 2012-2015
ha presentado el Proyecto Reserva Thomas Van der Hammen, el cual se
consolidaría como un referente de política ambiental internacional al
convertirse en el bosque urbano más grande de América, dando solución a
problemáticas urbanas como el
crecimiento acelerado en la sabana de Bogotá, la protección de varios
afluentes y la preservación de especies nativas desde los cerros orientales,
pasando por los humedales de la Conejera, Torca y Guaymaral hasta el Rio
Bogotá. En este sentido, la Corporación Autónoma Regional ha declarado la zona
norte como Área de reserva forestal y por ende de utilidad pública, lo cual nos
aproximaría en pocos años espacialmente a un bosque de cerca de 1.395
hectáreas.
Desde mi perspectiva, es un formidable
proyecto pues a pesar que se consolido jurídicamente en la Administración
actual, ha sido un planteamiento de
vieja data, ya que el visionario detrás de esta propuesta fue el Botánico
holandés Thomas Van der Hammen. El cual para muchos es un personaje
desconocido, pero fue quien consolidó el
Sistema de Parques Nacionales Naturales de Colombia, entre los cuales
están los ecoparques de Tatama, Sierra Nevada de Santa Marta, los Nevados, el
de Sumapaz, entre otros (riqueza natural que se debe proteger).
Ahora bien imagínese usted lector, que don
Thomas hizo también la tarea con Bogotá, después de haber hecho un minucioso
trabajo de campo. En las conclusiones de la investigación se determinó cinco sectores de especial
protección del cual depende la
sostenibilidad ambiental de la capital para los próximos años, estos son: piedemonte,
humedales, altiplanicie, valle inundable y montaña. En consecuencia planteo la
necesidad de limitar la actividad humana sobre dichas zonas, mediante la
declaración de zona de reserva ambiental,
con el fin de evitar la degradación de la capital y la pérdida
del territorio con mayor precipitación
de la región y, por ende, de mayor disponibilidad de recurso hídrico.
Desde esa perspectiva, cualquier alcaldía
sensata, presente o futura, debe ser visionaria de las necesidades de sus
ciudadanos conforme a los cambios ambientales sufridos hoy en día. Pues para
nadie es un secreto que los fenómenos del Niño y de la Niña han generado la
sequía de gran parte de los páramos y
lagunas de nuestro país, al colocar en vilo la disponibilidad de
recursos naturales para generaciones futuras, especialmente la de los
capitalinos.
Con tristeza, he escuchado que uno de los
Planes de la Alcaldía 2016-2019, será la construcción de la Avenida
Longitudinal de Occidente en el Norte de la ciudad, la cual si bien es necesaria
para mejorar la movilidad de los ciudadanos y el tráfico de mercancías en la
capital, consideraría que cedería en relación a la protección y construcción
del proyecto Van der Hammen. Pues creo que el proyecto tiene mayor
trascendencia que satisfacer una necesidad de corto y mediano plazo, pues su
finalidad se centraría en generar una reserva ambiental para la disponibilidad
de recurso hídrico en los años venideros.
Me parece insensato pensar que con la
construcción de puentes dentro de los humedales y la parcialización de la
sabana se pretenda iniciar para el próximo año la construcción de la ALO en el
Norte de la Ciudad. Haciendo creer al ciudadano de a pie que son estructuras
“amigables con el medio ambiente”, cuando no lo son. En consecuencia, sería un
error garrafal suspender y parcializar la reserva de 1.395 hectáreas por la
construcción de una avenida que no solucionara en gran medida el problema de la
movilidad en Bogotá.
Espero con añoranza, que la Administración
entrante vea el proyecto en su integralidad y no lo desarticule pensando en
necesidades mediatas, pues el momento clave para hacer un cambio en política
ambiental, es ahora y con este plan, no quiero llegar a imaginar que la única
forma para que se tome conciencia de la envergadura de la reserva Van der
Hammen sea soportando la sed.
MIGUEL ANGEL ESPINOSA
GONZALEZ
Miembro del Centro de
Estudios Integrales en Derecho
@MigueSpinoza1
[1] Es
una estimación oficial producida por las Naciones unidas para establecer los
parámetros de crecimiento poblacional a nivel mundial. Este informe es
preparado por la División de población del Departamento de Asuntos Económicos
de las Naciones Unidas.
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