lunes, 21 de diciembre de 2015

¿Hablamos de migrantes o refugiados ? … ¿ será atrevido reconocernos simplemente como seres humanos ?


La migración es un fenómeno que históricamente ha sido ocasionado por diversas causas. La idea misma de fronteras y zonas limítrofes hace incluso de muchos de nosotros expectantes y aventureros, ocasionalmente migrantes. Antes de empezar, nos corresponde dejar en claro la diferencia que existe entre un migrante y un refugiado. Según la Organización Internacional de Migración (OIM) a nivel internacional no hay una definición universalmente aceptada del término “migrante.” Este término abarca usualmente todos los casos en los que la decisión de migrar es tomada libremente por la persona, concernida por “razones de conveniencia personal” y sin intervención de factores externos que le obliguen a ello. Por otro lado, un refugiado, de acuerdo con la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados, es una persona que "debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de su país; o que careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores no quiera regresar a él"(…) .

Dejando en claro las diferencias entre estos dos términos procedemos a demostrar como ellos son sujeto de pervertibilidad en el discurso político y sus implicaciones en nuestra realidad actual. Así pues, en una primera parte intentaremos una aproximación al problema de la ausencia de derechos que son materialmente otorgados a los refugiados y en una segunda intentaremos esbozar algunos de los inconvenientes que restringen por parte de las naciones el reconocimiento de derechos.

Según el articulo 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos “toda persona tiene derecho de salir de cualquier país, incluso del propio”. Guardando coherencia con lo anterior, según la Convención para el Estatuto de los Refugiados de las Naciones Unidas “no habrá sanción por ingreso ilegal”. No obstante la existencia de estos derechos, muchos críticos han llegado a concluir que aunque se tenga derecho a salir de cualquier país, en nuestro mundo actual, esto no tiene otra consecuencia que no se refleje en el llamado “derecho legitimo a permanecer en orbita”. Esto lo que quiere decir es que los refugiados y los migrantes materialmente solo llegan a tener la posibilidad de permanecer en un espacio en medio de la nada, cual astronauta sin llegar jamás a alunizar, porque no se es bienvenido en ninguna parte y por el contrario, se es condenado al vacío con indolencia y despreocupación.

Según cifras publicadas por Le Monde más de 2000 hombres, mujeres y niños han fallecido en la frontera en lo que lleva corrido el año 2015. Según la Organización Internacional de Migrantes el Mar mediterráneo ha merecido bien su sobrenombre como Cementerio de Migrantes, quienes proceden especialmente de Siria, Libia, Sudán y Afganistán. Aquí es importante hacer una breve mención de lo que seria el Plan Tritón, que en oposición a Mare Nostrum desde noviembre de 2014 ha pretendido una intervención integrada de la Unión Europea en lo que atañe al tema limítrofe. En principio su control no excede jamás las 30 millas desde los territorios y según abiertas declaraciones el foco de dicho plan “es el control fronterizo y no el salvamiento de vidas”. ¿Qué podemos esperar, si públicamente se declaran los fines de un plan que no tiene ni siquiera dejos de un proyecto humanitario?, las conclusiones las dejamos al lector. La melancolía de la que hablaba el escritor checo Milan Kundera en su obra La Ignorancia, en la que ésta se convierte en un letargo que nos aleja de cualquier recuerdo de la tierra amada y nos condena a vivir con la ansiedad y la preocupación constante por su destino, parece solo el menor de los males en la cadena de infortunios que deben padecer los refugiados, huyendo de las garras de la miseria y de la guerra parecen atravesar el mediterráneo solo para naufragar en los navíos de la arrogancia humana y la que ha sido también llamada una globalización selectiva.

Ahora bien, si es profundamente criticable el uso caprichoso y celoso de los Estados para categorizar a quienes su suelo pisan en refugiados, migrantes o incluso asilados, tergiversando el espíritu y la realidad de estos conceptos, no podemos desconocer que la situación, esta lejos de ser un problema menor para los Estados y los Gobiernos, quienes también de forma legitima y en ejercicio del articulo 2 de la Carta de Naciones unidas deciden soberanamente a quiénes y en qué condiciones van a abrir sus puertas. Según la Oficina Europea de apoyo, en materia de asilo la cifra de solicitud de asilo asciende a un 68% durante los primeros 5 meses del 2015, lo que hace la situación compleja para la propia Unión. En Francia por ejemplo alrededor del 68% de la población se inclina por una política de repartición de cuotas de migrantes a lo largo de la Unión Europea, así como también hay un relativo consenso a cerca de la intervención militar en suelo Sirio contra Dáesh. El economista Branko Mianovic ha dicho que la brecha económica destruye y según  el Fondo monetario Internacional (FMI), la desigualdad social frena el crecimiento  (…) es una plaga que carcome países y destruye sociedades, ¿qué hacer con la desigualdad? En realidad este es un asunto que debería generar consciencia global, no solo en la Unión Europea. Otro tema a analizar seria la responsabilidad histórica, sin embargo, ese tema dista de la pequeña aproximación que este escrito sucinto pretende dar al lector.

Según Levi Strauss ¿cuál es, entonces, el error en el que con tanta frecuencia incurre nuestra cultura? “a fuerza de observar desde adentro las situaciones de nuestra sociedad, esta pierde de vista el hombre y olvida que la realidad que la constituye es pluridimensional”. Así pues, nuestro gran error, está en no reconocer y abrazar la pluridimensionalidad de las culturas, llevándolo a otras instancias; es ese gran error humano lo que nos hace querer tener fronteras, elevar cercas o pretender incluso la edificación de murallas.

Entonces vale la pena preguntarse si este problema internacional nos hace ver a las víctimas como migrantes o refugiados PERO todavía mas importante seria indagar en nuestra propia consciencia y descubrir si somos capaces de ver a las víctimas como SERES HUMANOS, dignos de respeto y merecedores de nuestra empatía ante su difícil situación.



Mónica Andrea Avella Herrea
Miembro del Centro de Estudios Integrales en Derecho (CEID)
FB: monisahfilo@hotmail.com
Estudiante Universidad del Rosario
Estudiante Université Paris 1- Panthéon Sorbonne.



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