domingo, 3 de mayo de 2015

A pasos de gigante.

A propósito de la discusión alrededor de la aspersión de glifosato en los cultivos ilícitos del país, observo que a pasos de gigante avanza un nuevo paradigma en el mundo, que hace diez años habría sido censurado sin piedad. Cada vez más veloces, dichos pasos esbozan la gran revolución que se  adelanta en el seno del régimen internacional de lucha contra las drogas.

No es una sacrílega revolución liderada por Juan Manuel Santos -como piensa el Procurador General de la Nación-, sino una iniciativa regional al interior   de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas (CICAD). Dicha iniciativa nace por virtud de los múltiples informes y estudios realizados por expertos de todo el mundo que muestran sin dubitación el ostensible fracaso del clásico régimen internacional de lucha contra las drogas, fracaso que ha dado pie a que diversos Estados opten por tímidas alternativas, como la despenalización del consumo o el uso lícito de ciertas sustancias para tratamientos médicos.

Dicho régimen, que en esencia está basado en el principio prohibicionista y que se materializa mediante la penalización de diversas conductas –entre las que se encuentra el consumo  personal- no logró después de décadas de inversión de recursos de todo tipo, acabar con los grandes problemas sociales que la droga ha generado, como el narcotráfico, la violencia de los carteles y las graves afecciones a la salud de los consumidores. En contra partida, atiborró las cárceles de consumidores y pequeños traficantes -entre otros delitos relacionados con estupefacientes- que en Colombia, ascienden al 20,3% de la población carcelaria del país y cuyos costos económicos para el Estado son exorbitantes.

Esta revolución que a pasos de gigante avanza en el continente –y en el mundo- y que permea a Colombia, tiene como característica principal el abandono del principio prohibicionista. Así mismo, se caracteriza por invertir el target de la lucha estatal y regional: el énfasis deja de estar en atacar la oferta de drogas (guerra contra los carteles, erradicación de los cultivos), sino que centra sus esfuerzos en la demanda de drogas. Esa es la consecuencia más importante de reconocer la problemática de drogas como un problema de salubridad pública y no solamente un problema de delincuencia y penalización efectiva.

En opinión de este columnista el problema más serio alrededor de la producción, tráfico y consumo de drogas que enfrentan las organizaciones internacionales y los Estados es la existencia de redes transnacionales de crimen organizado y las operaciones ilícitas que ejecutan. Esta industria multimillonaria genera no solo unos beneficios económicos para dichas  redes, sino que paralelamente produce otros problemas como violencia, tráfico de armas y personas, lavado de activos, corrupción y terrorismo.  Sin embargo, este problema tampoco puede ser resuelto apelando a los instrumentos clásicos que ofrece el régimen internacional de lucha contra las drogas que hoy se encuentra vigente. La prueba determinante de dicha afirmación es la situación actual de los países de la región, como Colombia, México o Brasil.

Alternativas a la penalización de las conductas y especialmente a la privación de la libertad de las personas, la dirección de recursos para planes de salubridad pública y control del abuso de drogas, la creación de mecanismos multilaterales de colaboración para la lucha contra el lavado de activos, la institución de mercados legales y regulados estatalmente para el comercio de drogas, son ejemplos de las propuestas que al interior de la CICAD se han ofrecido para enfrentar la lucha contra las drogas en el continente.  

Las propuestas mencionadas son la muestra del avance  de una revolución paradigmática en el régimen internacional de lucha contra las drogas, que pone al prohibicionismo y la penalización al menos en un segundo plano. Este nuevo paradigma, que asienta la problemática principalmente en la demanda y no en la oferta, permea con rapidez los debates nacionales  e internacionales sobre las políticas de lucha contra las drogas y ofrece los insumos necesarios para salir de la utópica pretensión de un mundo sin drogas, a través del planteamiento de alternativas que permitan a los Estados beneficiarse de su existencia.

Jaime Andrés Nieto

Centro de Estudios Integrales en Derecho.

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